España ha optado en esta crisis por jugar con las cartas tapadas y esperar a que escampe

Luis Aparicio Pérez
Director de Contenidos de INVERTIA

En el comienzo de un nuevo año se entrecruzan los recuerdos, los parabienes y los deseos. 2010 debe ser mejor que este 2009 aunque todo apunta que la Bolsa no podrá regalarnos otro 30% de rentabilidad, con un rebote desde los infiernos de la crisis y el colapso total. Pero quedan muchas parcelas que mejorar en este mundo del dinero que pese a las regulaciones y los códigos de buena conducta cae con demasiada facilidad en el engaño o, en el mejor de los casos, en el ocultamiento más descarado.

Los que quisieron ganar más que nadie ahí andan arruinados. Entre el espectacular Madoff de plusvalías seguras y los patrios sellos de Forum y Afinsa que marchan de protesta en protesta urbana. También el arrebato de iliquidez del fondo inmobiliario de Santander cuyos partícipes no fueron tan ambiciosos y apostaron por el casi siempre seguro ladrillo. La licuefacción del ladrillo es ciencia todavía no inventada: el gran problema de las finanzas españolas en la actualidad.

También vienen a cuento aquellos derivados que sirvió la banca de techo a las hipotecas ante un euríbor volátil que este año ha marcado sus mínimos históricos. Swap de hedge fund o de broker experimentado para asegurar simplemente que no se desbocase la cuota mensual de la hipoteca. Un desatino más de las mentes pensantes de la banca. Un instrumento diabólico que nunca debe colocarse a una familia.

Por ahí andan también las gigantescas emisiones de participaciones preferentes colocadas muchas de ellas a pié de ventanilla bancaria. Riesgo, mucho riesgo en un momento en que los beneficios se cuestionan y, por tanto, la rentabilidad prometida. Los que compraron las preferentes del grupo de alimentación SOS ya han comprendido lo que significa ser titular de una participación, o sea, un cuasi accionista que responde con su inversión.

Avisos y más avisos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sobre los pagarés de Nueva Rumasa. Unas emisiones singulares que todos deseamos que cumplan las promesas hechas a sus inversores. Avisos, sólo avisos que esperemos queden en eso.

Estos son algunos casos concretos de fiascos consumados o posibles en los mercados financieros. Sin embargo, por generales, me asaltan otras preocupaciones. Hay una falta de transparencia importante sobre los efectos que la crisis está causando en la marcha de las empresas, y muy especialmente en las entidades financieras. No hay claridad sobre la morosidad verdadera, sobre los efectos que pueden tener la compra de activos inmobiliarios por parte de bancos y cajas.

Faltan luz y taquígrafos en los acuerdos o desacuerdos de las entidades con las empresas deudoras, muy especialmente las inmobiliarias. Tampoco se conocen los descuentos con los que las entidades financieras venden paquetes de hipotecas.

La intervenida Caja Castilla-La Mancha, sin necesidad de maquillaje, con el timón asido por el Banco de España declaró una morosidad del 17%. Un dato que hace temblar si se pone en relación con un sector cuyo comportamiento ha sido muy parecido al de la caja castellana.

En el escenario público también hay esfuerzos importantes para ocultar las verdaderas cifras del paro y maquillarlas hasta el extremo. España ha optado en esta crisis por jugar gran parte del partido con las cartas tapadas y esperar a que escampe y el tiempo se encargue de arreglarlo todo. Sería bueno que en 2010 empezásemos a hablar claro y reconocer la verdadera dimensión de los problemas. Imprescindible punto de partida para empezar a arreglarlo.

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