Todo lo que sabemos de economía puede ser utilizado en nuestra contra

Sí, la economía es una materia opaca. Pero no porque no entendamos a los gurús cuando hablan de «apalancamiento», sino porque todo lo que sabemos puede ser utilizado en nuestra contra. O sea que nos tienen esposados.
Tomemos el caso de la palabra 'mercado'. Usted cree que la conoce; yo también. No es un gran mérito, para qué nos vamos a engañar. Un mercado es un lugar donde comprar y vender ovejas, hortalizas, besugos. Más que nada se trata de un edificio, pero también de la actividad misma de comerciar, como en la expresión «el mercado de materias primas».
Esto es lo que sabemos y lo que se utiliza contra nosotros en esos textos de terror que traen los periódicos: «Los mercados se ensañan con España»; «los mercados desconfían de una economía que arrastra un paro cercano al 20%»; «los mercados se tomaron al pie de la letra las palabras de Almunia». Un edificio o una actividad que puede ensañarse, desconfiar y tomarse en serio a Almunia es algo sobrenatural. Equivale a decir que las piscinas se enamoran o que al yoga le gusta Beethoven. Estas frases, o son absurdas o son poéticas o están pensadas para confundirnos. Y siendo la economía una disciplina seria como es (ejem), debemos descartar que los estudiosos se dediquen al absurdo o a la poesía.
Cabría interpretar que con 'los mercados' se alude a las Bolsas mundiales, para abreviar la expresión «mercados de valores». Sin embargo, un ilustre economista como Emilio Ontiveros declara: «Las bolsas y otros mercados interpretan que la economía española está muy dañada». O sea que son cosas distintas: las bolsas son mercados, pero hay más. Y no sólo montan en cólera y hacen caso a Almunia, sino que además se mueven mucho, a juzgar por las palabras de otro economista, José Luis Alzola: «Los mercados han acudido a toque de corneta». Todo, todito, en los periódicos de ayer, llenos de «mercados» cuyo significado creemos comprender.
En realidad, no tenemos la menor idea, pero si los mercados son capaces de obedecer la consigna marcial de unas notas musicales, experimentar la saña e interpretar los datos macroeconómicos, edificios no pueden ser; ni siquiera objetos o animales. Todo indica que se trata de seres humanos. Los gurús económicos, los periodistas, no los llaman 'mercaderes', porque resultaría demasiado evidente que hablan de personas concretas; personas que indican brutalmente a los gobiernos soberanos sus deseos; personas que mandan, aunque nunca veamos su rostro ni se presenten a una elección. No les hace falta, su poder es ese antifaz que los oculta bajo el nombre de mercados.

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